Zorori , el gato extraordinario.

Gato cachorro

Zorori llegó a nuestras vidas en 2009. Era el hijo de una gata callejera que vivía cerca de casa.

A su madre le pusimos de nombre Calcetines, porque sus manchas blancas en sus patas, parecían abrigarlas.

Zorori era el mayor (físicamente) de cuatro hermanos, todos machos. Claro, a todos les pusimos nombre. Pecas, Esponja, Tiger y Zorori. Fue Irene la que aportó el nombre.

Zorori como el personaje de «Zorori, el extraordinario»: un Zorro con las orejas muy grandes, como Zoro (le acabamos llamando así).

Los cuatro, más su madre, vivían en la calle, pero en un lugar cercano en el que podíamos ver su evolución. Y hasta hacernos «amigos» de ellos. En mi casa, somos muy de gatos. Por aquel entonces, ya vivían con nosotros  Kika y Roja (madre e hija).

Su vida estaba destinada a desarrollarse en la calle. Pero, un día, de repente, como en los cuentos…

Zorori se cruzó con nuestro coche mientras dábamos marcha atrás.

Fuimos conscientes de haber hecho daño a un gato de los que merodeaban cerca de casa, pero huyó. Nuestra preocupación era grande. Pero no sabíamos dónde estaba.

Por la noche, lo vimos volver, cojeando de una pata. Nuestra alegría al verlo fue inmensa. Estaba vivo (no sabíamos cuánto daño le habíamos hecho). Pero ahora había que ingeniarselas para curarlo.

Lo conseguimos atrapar, lo llevamos a un veterinario. Fractura en un femur. Operación (me ahorro los detalles) y a curarse.

Tuvimos que ponerle lo que algunos llaman gorguera, collar isabelino o collar de la vergüenza. Y la cosa iba para largo.

Zoro necesitaba curas a diario, y nosotros nos ibamos de viaje unos días. Habíamos buscado a una persona que atendería a nuestros gatas Kika y Roja, pero no iba a venir todos los días. Así que, tuvimos que encontrar un lugar para dejarlo atendido esos días.

Ahí, le llamaron «Zorito» (nos entendieron mal).

Zoro había entrado de lleno a formar parte de nuestra familia.

Cuando fuimos a recogerlo, su alegría fue inmensa. De la calle había pasado a estar encerrado. Cuando nos vió, supo que no le habíamos abandonado.

 
 

Zorori lo ocupó casi todo

Ahora que se ha ido, somos mas conscientes de cómo lo ocupo todo y creo que es, sin duda, porque notamos mucho su ausencia.

Como era un gato callejero le abríamos para salir a dar sus paseos, lo necesitaba, estaba acostumbrado a ello. Y siempre volvía. Abre que sale, abre que entra.

Como nos salió «algo defectuoso», a cada poco había que llevarlo al veterinario. Achaque por aquí, achaque por allá. No lo dejes salir que le toca veterinario, y se lo sabe. Si sale, no vuelve.

Como se nos caía la baba con él, estabamos todos a sus órdenes. Por eso, con cierta ironía,  lo llamabamos «majestad».

—¿Qué quiere ahora su majetad?

¿Cómo se puede querer tanto a un gato?

Como era el pequeño, mientras estuvieron Kika y Roja (las mayores), se conformaba con las jerarquías que ellas habían marcado.

Bueno, se adaptada, pero era un poco mandón como se puede ver en la foto. (Él es el que pilla barriguita)

Cuando se fueron las dos, primero la madre y luego la hija, colonizó todo. Y las siguientes en llegar, Zipy y Canica (hermanas que vinieron juntas  – otro día cuento su historia), iban SIEMPRE detrás de él para todo. Es más, ahora pienso que les hemos hecho menos caso del que merecen. Estaban atendidas, sí, pero Zoro lo ocupó casi todo

Gatos en compañia

Tenemos tantas fotos suyas. Era tan fotogénico. Si algunas no son buenas es por la calidad de los humanos «fotógrafos», no porque él no posara a lo modelo gatuno.

Dejarle marchar

De un tiempo a esta parte, sus achaques empezaron a ser más importantes. A cada rato pruebas destinadas a intentar averiguar qué tenía y cómo podíamos ayudarlo. No parecía sufrir (eso para nosotros era básico).

Tomar la decisión de dejarle marchar no es fácil. Te puede el egoísmo de querer tenerle contigo para siempre.

Pero, pese al dolor, agradezco poder elegir no someterle a más tratamientos que podrían satisfacer nuestra necesidad de  no dejarle ir, pero solo iban alargar su agonía.

Nos dio muchísima felicidad y compañía.

Lo echamos mucho de menos. Nos parece verle en la ventana pidiendo entrar. O en la puerta para salir. Nos damos cuenta de todo lo que llenaba en nuestra familia.

Gracias Zoro! Buen viaje.